17.9.07

Teoría acerca de la falta de adaptadores de tres patas a dos


Este trabajo pretende dar cuenta de las causas, directas o indirectas, por las que suelen escasear los adaptadores en el ámbito doméstico, con la consiguiente inestabilidad del orden familiar y la discusión acerca de las prioridades de tal o cual aparato o miembro de la familia, debido a las molestias que produce la puesta en funcionamiento de la maquinaria neuronal en busca de los artefactos susceptibles de cargar en su esencia el "tener tres patas en el enchufe" en vez de dos, que es la misma molestia de tener que pensar, cuando hace falta una pila AA, cuáles son las cosas de la casa con dicha cualidad: la de necesitar para su funcionamiento dichas pilas, pudiendo llegar a pensarse que el tubo que sostiene el papel higiénico necesita de una, tanta es la vagancia de pensar en estas nimiedades; o también la manía de olvidarse de comprar adaptadores en la ferretería cuando se está de paso yendo al supermercado, incluso costando tan pocos centavos, como pasa también con los calentadores de agua, pero no me referiré a ellos ahora. De más está decir que uno se considera lo suficientemente interesante y ocupado en "cosas más importantes" como para ir a la ferretería a comprar un adaptador y solamente a eso –porque por lo general todo el caos lo genera la falta de uno y sólo un putísimo adaptador.
Todo puede comenzar de maneras muy diversas, como, por ejemplo, la llegada de un nuevo integrante del grupo electrodoméstico, como una plancha, un microondas, un acondicionador de aire, un reproductor de DVD, un lavarropas o una tostadora. Otra causa puede ser la rotura imprevista de uno de ellos –que es por lo general el que más se usa, como el lavarropas o la plancha o también el robo por parte de algún amigo de la casa que sufra de las mismas calamidades a causa de la falta de adaptadores.

Los diversos adaptadores de la casa ya están asignados a su correspondiente aparato e inmediatamente uno se da cuenta de la falta en el aparato que le urja utilizar –si uno quiere utilizar un aparato, ya sea urgente o no, siempre será urgente la obtención del adaptador que haga funcionar dicho aparato- inmediatamente recurrirá al electrodoméstico más distanciado de sus usos habituales. (Por ejemplo: la empleada sacará el adaptador del equipo de música del adolescente para usarlo con el lavarropas, el adolescente le sacará el adaptador de la tostadora para ponérselo a la computadora, y el padre se abastecerá del adaptador del lavavajillas para usarlo con el cargador de su afeitadora).
Cabe destacar que en mi larga investigación de esta etología, nunca sucedió que en verano privaran de su adaptador al aire acondicionado, aun cuando este no esté en funcionamiento; pero sí ha pasado que en invierno le hayan sacado el adaptador al pulmotor o al respirador artificial del abuelo o de algún pariente de edad avanzada con insuficiencia respiratoria para usar la tostadora en su afán de comer unas deliciosas tostadas con manteca y dulce de leche, pero esto sólo pasa en Argentina, y algunos de sus vecinos latinoamericanos, como Chile y Venezuela. Por esto ha llegado a decirse que la parte que se quema de la tostada es cancerígena y produce la muerte llegada cierta edad, para propiciar la vida de estos ancianos, dado que, si sus familiares no dejan quemarse las tostadas, pueden aguantar sin aire el tiempo promedio que dura una rebanada de pan en transformarse en tostada, pero no el tiempo que requiere para quemarse, ya que a esta altura el anciano se torna color violeta, o negro, como casualmente se tornan las tostadas quemadas.

Y así van viajando los adaptadores de aparato en aparato, eternamente y en detrimento de los enchufes de los electrodomésticos en cuestión, y no dejarán de peregrinar causando disturbios familiares hasta tanto algún miembro de la familia, el que ose denigrar su amor propio, vaya a comprar un condenado adaptador de tres patas a dos…Hágase saber.

Foto: Acople

6.8.07

Auto pilot, no control


La oscuridad está apenas rota. Sólo asoman perfiles aquí y allá, embebidos en azul hielo. De repente, Josh Homme hace su gracia, Gardenia derrite los parlantes a fuerza de riffs de lava ardiente, el rojo se introduce en la luz cerúlea y todo muta en violeta por mera lógica espectral (¿premonición de la transferencia física del logos mediante ingestión metafísica que ya extiende sus trazos entre nuestras narices?). Mis labios comienzan a quemar en progresión, también mi espalda, bajo dedos flamígeros que la surcan. One blow till I take you down, I’ll take you down…y ahí vamos, abajo, bien abajo. Por donde corre el río de piedras candentes, que ahora siento rozando el cuello, el vientre y los muslos. Entre la tempestad ígnea percibo el estribillo que se vuelve carne: Hear a purrin’ motor, and she’s a burning fuel (mi garganta se despierta) push it over baby (puedo sentir el sonido en carrera vertiginosa desde mi laringe hasta mi boca) making loooooooooooove (dulce redundancia, mientras mis cuerdas vocales se encuentran con las de John García en intensidades similares, aunque con orígenes bastante diferentes).
Uno, dos, tres, cuatro, cinco latidos. Muñeca rusa rítmica: las venas laten al ritmo del aire que entra y sale siseando entre mis dientes al ritmo de armazones óseas que pendulan al ritmo de Supa Scoopa and Mighty Scoop (si, al igual que en gran parte de la música clásica, la pulsión de ese bajo que inaugura la canción parece haberle robado inspiración a ciertos vaivenes biológicos). Por meras cuestiones de latitud (quizás), pero también de inversión térmica (literalmente hablando), me doy cuenta de que, aquí y ahora, los 100º no son Fahrenheit, son Celsius desplegados en toda su gloria. Tanto que el fuego del suelo y del cielo ya ha eliminado todo elemento textil a la vista, solo quedan jirones chamuscados que el feroz viento cálido eleva en torbellino hacia latitudes extrañas.
Pero, inmediatamente después, como la viajera espacial que soy, y como una suerte de asteroide en trayectoria inversa, me sumerjo en la gloriosa calma de la negra infinidad cósmica en una transición sin costuras. Space Cadet marca el giro perpetuo en el que el eje de rotación no es la Tierra, sino todas las estrellas, vivas y muertas, fijas en un par de ojos de los que no puedo soltarme…pupilas de obsidiana magnética que son el núcleo de esta órbita y, por lo tanto, de mi misma existencia. Sigo leyendo esos ojos constelados y veo un veredicto: petite mort, explosión policromada de supernova en la que ansío desesperadamente fragmentarme.
Mientras sigo serpenteando el sinuoso camino hacia ese monumental destello, las pulsiones en mis tímpanos, llenos de electricidad estática, me enfrentan a la cercanía del abrasador encuentro final. Ondulaciones ofídicas entre las manos del Demon Cleaner, anhelante en su empeño de despojarme de mis antiguas escamas. Danza chamánica entre las hogueras estelares, una manada de súcubos se empeña en usarme de canal expresivo, penetrando la cadencia hipnótica del fuzz viscoso que recorre el éter. La urgencia del exorcismo corre con pies ligeros y punzantes, se afana en clavar sus dientes en mi piel (ya) nueva hasta que me extiendo, en la última contorsión, para cobijarme al fin en esa postrera y alucinante detonación, que me cubre en estertores de plena resurrección en muerte. I’m home, dice García en Whitewater, que suena como la traducción de la brisa fresca del atardecer en el valle del cielo. I’m home, repito yo, pequeña entre los brazos del exorcista, diluyéndome en color violeta, mirando también, iris a iris, al mismísimo valle del cielo.

Foto: Cosmos (autodestruccion material)

27.6.07

Descripción teológica


Me encontré de repente en ningún lado. Podría describirlo como una habitación absolutamente cerrada y blanca con una luz que resultaba inmanente a sus paredes, pero no lo voy a describir. Luego me di cuenta de que yo no disponía de un cuerpo del que haría provenir estas sensaciones: diría que era pensamiento puro, ni siquiera eso: soy pensamiento o, mejor, soy. La falta de toda distinción en este paisaje me dio la pauta de que era libre. Tenía la libertad que implica la soledad y la falta de algo material a lo cual responder dionisíacamente. Tampoco era una falta, sino que de lo que no disponía, no podía atribuírsele un ser. Sólo contaba con el presente de la primera persona del singular del verbo ''ser''. Inmediatamente me di cuenta de otra cosa: la nada estaba dentro de mi posibilidad de ser. Entonces, ¿por qué no era nada? Me respondo: simplemente porque ya soy y me da la impresión de que lo había elegido. Si hubiera elegido la nada, ¿hubiera tenido la posibilidad de ser cuando me cansara de este nihilismo? ¿Hay libertad en la nada? Creo que no: la nada es irreversible, tanto como el ser, pero de otra manera ''absolutamente'' distinta. Noté que mientras más preguntas me hacía y me respondía, más necesitaba de mí mismo: más me amaba. Llegado cierto punto de preguntarme y responderme sin descanso acerca de mi naturaleza, llegué a la conclusión de que me amaba del todo. Ya no necesitaba de mí mismo porque ya me había descubierto: ahora necesitaba de un ''otro''. La perfección absoluta es demasiado estúpida si es lo único que hay y yo soy un estúpido retroalimentado con mi propia estupidez perfecta. Esta estupidez era lo único que me faltaba erradicar de mi ser absoluto y plenipotenciario. Aparte era absolutamente aburrida la autocontemplación de la perfección. ''Lo otro'' era la solución. Me amaba demasiado como para no crear algo distinto de mí mismo que me ame también, incluso más que a sí mismo. Tengo la posibilidad de no ser nada, pero ¿sería capaz de crear algo que me quisiera más a mí que a sí mismo? Sería complicado. Pero el amor propio me había posibilitado proyectar nuevas ontologías relativas entre sí y con falencias estructurales de autoconocimiento tales que necesitan de un agente desfalseador del producto de dichas falencias. Me amo demasiado como para crear un alter ego que sólo se ame a sí mismo. Es más: no puedo. Mi amor absoluto hacia mí mismo había eliminado automáticamente esa posibilidad. Lo hubiera podido hacer antes de que yo me conociera de esta manera: el error hubiera justificado mi accionar en contra de mí mismo, pero no ahora. NO. Este nuevo estado me hizo conocer lo que es un adverbio de negación aplicado a mí mismo. La libertad de la que disponía cuando desperté, y antes de que mi autoconocimiento hiciera amarme de manera plena, era la única libertad absoluta con la que hubiera podido elegir la nada mediante el no conocimiento del que no disponía actualmente. Sólo me quedaba ser. Aunque sigo en esta habitación de la misma manera que al principio, el blanco tiene un sentido diferente: ya es negro. La blancura de la que hace alarde tiende hacia un negro que siempre estuvo de fondo, aunque no de manera explícita. Blanco = Ser. Negro = Nada. Racismo ontológico lo llamaría. Ya me aburrí de tantas especulaciones egoteocéntricas, valga la redundancia. Después de todo soy Dios. ¿O no? ¿ A quién le pregunto? Tanta soledad, ¿me está alterando? " Lo otro'' es inminente. Ya. Ahora. Dos neologismos que solamente se entienden con ''otro''. ‘‘Sólo la limitación del infinito puede temporalizar al ser’’. La limitación es ''lo otro''. La creación fue un éxito, como no podía ser de otra manera. ''Ahora'' lo sé. ''Ya'' estoy seguro. Sí, es un hecho. Me aman, me necesitan para completar su esencia. Los he estafado a propósito. ja Ja JA !!!! No!!!!!!!!!! Soy tan inalcanzable que están construyendo ídolos, fetiches, apoteosis de seres imperfectos! ‘‘Sólo lo semejante conoce lo semejante’’. Pero si he creado dioses que sólo tienen la imperfección epistemológica de tener pasiones. Me han nihilizado! No, no me han nihilizado: nunca han dependido de mí. Después de todo son dioses. Con falencias, pero son dioses. y yo que pensaba que la única manera de subsanar esas faltas con las que los diseñé era su adoración hacia mí. Pero no. Se adoran a ellos mismos! A sí mismos! Háganle caso a los teólogos! Las cinco vías de Santo Tomás de Aquino llegan a conclusiones verdaderas! No es sólo un dogmático comehostias! Es mi abogado defensor! Créanle, por mí se los pido, o que diga por ustedes, manga de autoteístas del infierno!!!! Sigo solo. Solo. la libertad existe sólo originariamente. Estoy recluído de la nada. Aunque no le veo la diferencia con mi situación actual. Para colmo ahora hablo con adverbios temporales y de espacio. Con la creación me he temporalizado, me he limitado. Tendrán que entender la furia divina. He cometido un error. ¿Era tan perfecto como creía?¿O sólo soy perfecto con respecto a mí mismo? El error podría ser un síntoma de la nada. O la nada misma, su origen, naturaleza y efecto. La falta de utilidad ontológica, ¿engendrará la nada? Creo que ''utilidad'' y ''ontología'' son términos que encierran una contradicción irresoluble, a menos que se tomen en cuenta las pasiones humanas, factor que contribuye a que dichos términos se complementen. Sí. La Nada me está invadiendo ineluctablemente. Es el círculo vicioso de lo teológico. No hay nada que hacer. Mi creación me ha suplantado. No me necesitan. Si hubiera creado dioses quizás ahora tendría compañía, pero no…: el muy egoísta crea entes con dificultades epistemológicas. El muy estúpido. ¿y cómo pretendo que me conozcan? Llegué a la conclusión de que en realidad he creado dioses susceptibles de independizarse de sus causas eficiente y final, mediante artilugios producidos por sus propios y respectivos ‘‘intelectos defectuosos’’. ¡DECLARO UNIVERSALMENTE MI ABDICACIÓN DEL TRONO DIVINO DEL SANTÍSIMO VOLUNTARISMO DESPÓTICO EN LA NUEVA RAZA COLEGIADA DE DIOSES INDEPENDIENTES DE RAZONES TRASCENDENTES!!! ¡DIOS HA MUERTO, Y NUEVOS DIOSES HAN SURGIDO FRUTO DE MI IMPERFECCIÓN MANIFESTADA EN LA CREACIÓN!!! ¡A LA MIERDA CON LA PROLIFERACIÓN DE ENTES METAFÍSICOS CREADOS POR SÍ MISMOS! ¡ME CAGO EN LOS DIOSES…!!!!

Foto: Despertar doméstico

18.6.07

Muerte equívoca


Demasiados sentimientos para expresarlos. Son categorías distintas a las canonizadas por el lenguaje. Cómo hacer para no sentirse solo. Difícil.
Me encontraba tirado sobre una enorme superficie de parquet apolillado por la intolerancia temporal. Sobre mí había un enorme tinglado acaso perteneciente alguna vez a una fábrica, quizá muerta a causa de la muerte repentina de su dueño y de la ineptitud de sus herederos. La tierra que reposaba sobre el piso remitía a ese año, en calidad y en cantidad. Hojas secas y luego humedecidas por agua de lluvia de segunda mano, hecha barro líquido. Pestilencia vegetal en modestas dosis, pero no del todo despojada de su maná clorofílico (¿amor al cloro?). Se parecía a un lugar al que Dios no hubiera podido tener acceso debido a la presencia de algún demonio o presencia egocéntrica. Yo podría encuadrar en ambos tipos, o por lo menos en alguno de ellos. Soy el culpable de la ausencia divina actual, y puede ser que ni siquiera sepa la razón. ¡Qué difícil es entender esto! No entiendo por qué tengo tanta sangre a mi alrededor y no estoy muerto. Empiezo a sentir picazón en mi piel. Serán las moscas atraídas por su predilección sanguínea, su canibalismo indirecto.(No saben que a mí me gustan las moscas) Son amantes de la sangre. (¿Hemofílicas?) Aman el barro, la putrefacción mezclada con suciedad inorgánica. Me aman. No las veo, pero me aman con locura antropófaga. Siento placer al imaginar su gula manifestada sobre mí.
Pero si fueran moscas, sentiría esa sensación por fuera: y la siento por dentro. Empiezo a sentir calor, o me estoy enfriando. (Me cago en la puta relatividad). Es increíble: la imagen que estaba viendo hace unos instantes se cristalizó, no se mueve, no evoluciona, no cambia, se fotografió (¿otorgar calidad de fotografía?). ¿Será esta imagen la que veré por toda la eternidad? ¿Significará eternidad el hecho de que las cosas no cambien? No sé, pero esto se me está haciendo eterno. (''Hacerse eterno'': ¿paradoja o nueva categoría?)
Millones de cuerpos recorren mis interiores. Siempre lo hicieron, pero ahora siento a cada uno de ellos. Siento la corrosión de mis adentros.
Estoy inmóvil. Tengo la imagen del techo del galpón, haces de luz oblicuas entran por las ventanas laterales, una hoja seca está suspendida en el aire, quieta. El tiempo se ha detenido. (¿Se podrá decretar la muerte del tiempo sólo por el detenimiento de una imagen?). Los olores se hacen permanentes: olor al hierro contenido en mi sangre, la aspereza del aroma del polvo seco (¿mezcla de olfato con tacto?), la humedad de la madera podrida, ese olor picante parecido a la pimienta que se siente luego de situaciones adrenalínicas; también el ruido reverberante del viento chocando contra las ondulaciones del zinc se prolonga en el gráfico acústico que me imagino levemente.
El calor se me hace insoportable. Siento que el abdomen se me ensancha, hemorragia interna acompañada de ardor por doquier. El aire arde, se convierte de a poco en fuego.
Tenía que ser así: disfrutamos de la vida sin decir nada, no nos quejamos; y luego nos toca hacernos cargo de los dolores que implican el traspaso de la vida a la muerte, serán los nervios que son los últimos en corromperse los que nos digan la verdadera hora de nuestra muerte. ¡Qué fea forma de terminar! Sintiendo, estando presente al momento en que las visceras se licúan por acción de los ácidos, los descomponedores roen los tejidos, ahhhh, no tienen compasión, lo hacen padecer como verdugos microscópicos afanados en burlarse del sentido de trascendencia. Siento cómo, de a poco, mi alma se va apagando ligada a mi cuerpo. ¿Alma ondulatoria o corpuscular?; ¿espíritu suave o espíritu áspero?; ¿metonimia o sinécdoque?; ¿ontología o metafísica?, ¿canguros transatlánticos o naves australianas?; ¿amor o líbido?; ¿trascendencia o nad...

Foto: Eden Hotel - Comedor de los fantasmas

8.6.07

Time (reprise)


Ticking away the moments that make up a dull day

You fritter and waste the hours in an off hand way

Kicking around on a piece of ground in your home town

Waiting for someone or something to show you the way

Se ha despertado y sus ojos están bien abiertos, pero su cuerpo no lo sabe aún. Hace ya tiempo que sus mañanas son iguales, recibe la luz del día en plena conciencia, pero su organismo se niega a acompañar aquel impulso lumínico con su correspondiente impulso mecánico. Esquivando con alevosía la causa central de tal condición (causa que se erige ominosa y sólida como un bloque de concreto dentro de su cerebro, pero que él ha optado por no ver más), culpa casi desfachatadamente al Jack Daniels que regó su garganta la noche anterior por ese letargo matinal de pupilas contraídas. Las agujas broncíneas de su vetusto reloj despertador muerden el mediodía y rasparán una hora más en el cuadrante antes de que él decida poner pie en el suelo…

Tired of lying in the sunshine, staying home to watch the rain
You are young and life is long and there is time to kill today
And then, one day, you find ten years have got behind you
No one told you when to run, you missed the starting again

En el preciso momento en que las frías baldosas del dormitorio tocan sus dedos, los benditos segundos de amnesia que le dieron la bienvenida al día terminan y abren las compuertas del mecanismo neuronal que desemboca en la catarata de recuerdos. Como un puñetazo en la boca del estómago, le llega esa frase escuchada la noche anterior, salida casi al pasar de los labios de alguien (¿Pablo? ¿el gordo Nico?) con el rostro pixelado por el humo y el alcohol. “¿Sabés que pasa, boludo? Vos no tenés corazón”. La intención del circunstancialmente anónimo hablador no había sido insultante ni violenta, la declaración fue soltada con la mayor naturalidad lo cual, obviamente, elevaba a un cubo infinito su peso específico. Pero él, por toda respuesta, había esbozado una mueca sobradora, seguida por un trago profundo de Jack. “Siempre hay tiempo para arreglar las cosas” pensó. “Las lágrimas, al fin, se secan. Y la tarea del perdón nunca es tan difícil como parece”. Al instante, miró la botella de etiqueta negra. El fondo le devolvió una mirada vidriosa. Ya no había más whisky…

And you run and you run to catch up with the sun, but it’s sinking
And racing around to come up behind you again
The sun is the same in the relative way, but you’re older
Shorter of breath and one day closer to death

Las líneas de sol que corren paralelas a los maderos de la persiana se reflejan en sus manos. Hacía varios días que no dejaba que la luz entrara por completo en su habitación, convencido de que no había razón valedera para ello. Va hacia la cocina, abre la heladera en un movimiento automático, solo para contemplar su frío paisaje vacío, y sigue camino hasta el comedor. Allí, justo delante de la puerta de calle, sus ojos reparan en el pequeño rectángulo blanco, malditamente estático, que lo mira desde el piso. ¡Mierda! Otra vez. Otro sobre. Otra de esas cartas. El mismo remitente, ya lo sabe. Toca el sobre con la punta del pie derecho, como si de un cadáver se tratara. Y, de repente, todo su cuerpo comienza a temblar, presa de un temor febril, primal, casi infantil. No, no puede ser…él no es así, no, no, no. Se sacude la sensación como se haría con un molesto insecto y decide, esta vez sí, rasgar aquella amenazante blancura…

Every year is getting shorter, never seem to find the time
Plans that either come to naught or half a page of scribbled lines
Hanging on in quiet desperation is the English way
The time is gone, the song is over, thought I’d something more to say

En un primer momento, las letras dibujadas en tinta negra danzan enfrente de sus ojos, unidas en una masa informe. Se sienta en el suelo y la respiración se le hace consciente, pesada, húmeda, como si el aire estuviera filtrado por una esponja llena de líquido. Como piedras llovidas desde un cielo tiznado, las palabras comienzan a caer una por una. Y, en medio de la granizada, una sola de ellas se le estampa, inexorable, aterradora y fatal, en el medio del pecho: “jamás”. Y sí, parece que, después de todo, aquel rostro borroso de la noche anterior estaba totalmente equivocado. Sí que tenía corazón…ella había decidido por él y eso equivalía a la mismísima muerte. ¡Ella había decidido por él!. Él había dejado escurrir segundos, minutos, horas, días, meses entre sus dedos, casi en un enfermizo afán de tenerla atada de pies y manos, con su cuello a centímetros de la navaja…y ahora era ella la que daba la estocada final. Con el papel garabateado aun en su mano derecha, él deja caer su cuerpo, lentamente, ya sin peso, sobre el suelo. El techo se diluye y se precipita sobre él. Afuera, el sol sigue brillando.

Foto: Sudario de un día que es noche


4.6.07

Conversación


- Ya no doy más. Es casi como escalar. Las manos y los pies se balancean desesperados, buscando, tanteando, ansiosos por un lugar lo suficientemente ancho como para desatar el descanso. Y no, no lo hay…sólo resquicios ínfimos en la roca, que no sirven para otra cosa que para seguir incitando la subida. Y los músculos tiemblan, se retuercen de cansancio, pero no queda otra. Es ir más arriba o caerse. Sería algo así como alpinismo mental pre-onírico…mirá vos que raro, yo encajándole definiciones a todo.
- Cosas así son las que me reafirman, día a día, la creencia de que sos un tremendo pedante.
- No, loco, no te confundas. Es algo aún peor que eso. Después de todo, no viene mal un poco de pedantería, es casi como una dosis de vitaminas, un placebo tan estúpido como efectivo contra ciertas influencias externas. Lo mío es más bien una espantosa tendencia al control. A veces siento que las cosas que se escapan a mi definición andan por ahí, volando, como papelitos en un remolino de viento. Las etiquetas sirven para agarrar esos pedazos de papel y metérmelos en los bolsillos, quitarles la libertad de girar contentos en el aire. Hay algo de violación en eso, ahora que me doy cuenta.
- Si entendés a la violación como la polución deliberada y violenta del estado natural de algo, sí que lo es. Pero si vemos a la violación desde otro ángulo, mas bien como una obligada aunque relativamente simple torsión de la voluntad ajena, ahí diría que…
- Ni una cosa ni la otra. Violar, para mi, es un acto de suprema impotencia. El motor no es mancillar algo, ni tampoco la sumisión al poder propio. Es algo que está aun más atrás: el hecho de tener algo hermoso adelante y no tener los huevos para soportarlo así. Si pudieras ver lo bellas que son esas basuritas bailando en el remolino…pero me acobardan de tal manera que es vergonzoso. No me culpo por ser tan cagón, tampoco. La belleza, mientras más evidente, es más aterrorizante ¿o no?
- Ah, bueno, pero lo tuyo no es nada nuevo, che. Parte de la esencia humana se basa en masacrar la belleza a través de la completa supresión de la libertad. Es que, ¿qué es la belleza sino la máxima expresión de la libertad? Ríos saltando entre piedras, manadas de gacelas pastando bajo la sombra del Kilimanjaro, y cosas similares que…puta madre, ahora que lo pienso, también tienen cierto ingrediente de caos que, creería, es justamente el quid de esa belleza.
- No sé, pero lo cierto es que esa es la razón principal por la que he decidido matarme.
- ¿Cómo?
- Verás….estoy completamente rodeado. Por un lado, tengo el caos material y metafísico de mi propia vida, algo tan bello que, obviamente, no puedo soportar. Y, por el otro, esa inclinación a ordenar, que detesto porque honestamente me hace sentir como la parca. Como un dispensador de muerte. No tengo escapatoria.
- Sí que la tenés
- ¿Y cuál es?
- Ir más arriba. Vos mismo lo dijiste hace un rato.
- No entendés. Cuando uno está en este lugar, ya no hay arriba, abajo, derecha o izquierda. Solo meteoros brillantes que abrasan los espacios interneuronales y un irrefrenable asco a los reflejos matinales. Si a eso voy a llamarle eternidad, gracias, pero paso. Y apurate, che, que se nos hace tarde. Después se llena todo y no encontramos asiento.

Foto: El infierno son los otros (porque no me animo a serlo)

Espejo


Sabe que no puede huir ahora. Está sola, las paredes que la encierran ahogarían sus gritos. No puede pedir ayuda. Aunque tampoco piensa hacerlo. No esta vez.
La voz de plata del espejo susurra a sus espaldas. Entonces, ella aprieta los puños, sus dientes rechinan, preparándose para lo inevitable. Éste es el momento, los remolinos que corren por su estómago lo anuncian. Las emociones se agitan y se confunden dentro de su cabeza. Sus pies giran en un solo impulso. Ahora.
Y entonces, sus ojos encuentran su afiebrado reflejo, que acecha en silencio. Ningún maquillaje puede ocultar las sombras grises debajo de las apagadas pupilas. Ellas han absorbido todo lo que encontraron a su paso, que se agita, se retuerce, vertiginoso.
Ella puede contar una por una las grietas que se deslizan por sus labios. Saborearlas, sentirlas, casi con orgullo. Sonríe. La sonrisa ahonda los surcos, pero ahora eso no importa. Levanta la frente y sonríe más, los dientes centelleando bajo la luz mortecina.
Abre las manos, las levanta hasta ponerlas justo frente a sus ojos. Las cicatrices que las serpentean parecen hablar con miles de voces. Dibujan el mapa que la llevó hasta allí, a posar sus pies en el lugar donde se juntan todos los senderos.
Sabe que los kilómetros andados le han regalado fortaleza a sus piernas. Sabe que ésta no es la meta, que aún falta ese momento, la epifanía, cuando todo encuentre sentido. Cuando ya no exista el por qué, cuando encuentre aquella pieza que cierre el círculo. Cuando su cuerpo ya no pueda ser límite para los sentimientos, cuando sus pies, al fin, dejen de tocar el suelo.

Foto: Instead of mirrors